9 de Agosto. Día Internacional de los Pueblos Originarios

Rescatar la memoria de quienes habitaron este suelo por primera vez significa una reivindicación no sólo a ellos sino también a nosotros mismos ya que la historia no puede ser parcial, lo que hace a esta ciudad hoy, no puede ser construido desde un momento elegido arbitrariamente y que contemple ciertas características que nos parecen deseables para este momento de la historia.

La construcción de la historia de Río Ceballos debe ser completa, es necesario contarla desde el principio porque nuestros pueblos originarios constituyen parte de nuestra identidad y no es posible la construcción de ésta y de nuestro futuro sin memoria.

Isquitipi, Ministalaló, Estancia San Isidro, Río Ceballos, son nombres que se encuentran en reseñas sobre los primeros años luego de la llegada de los españoles y que, por ser muy resumidos, no dan cuenta de los cambios que resultaron muy significativos en el paisaje pero, sobre todo, en la población. El pueblo Comechingón fue hecho esclavo, reducido, exiliado y gran parte de ellos, exterminados en nombre de un progreso que venía en barco del otro lado del mundo. Junto con ellos se perdió también el lenguaje, es así que Isquitipi o Ministalaló, entre otras, son de las pocas palabras que llegaron hasta hoy.
El pueblo Comechingón que habitaba la zona llamó Isquitipi a la cañada donde habitaba, por la que pasaba el arroyo Saldán. Se conoce la forma de vida de este pueblo por medio de la exploración previa a la fundación de la Ciudad de Córdoba que mandó a hacer Jerónimo Luis de Cabrera, esta exploración comprendía el empadronamiento de sus habitantes. Esto sirvió para encontrar el mejor lugar para fundar la ciudad, pero también se comenzaban a delimitar las mercedes de tierras que serían entregadas a los españoles que acompañaron a Cabrera.

Estos pueblos eran numerosos y cada uno respondía a un cacique pero estaban comunicados entre sí, eran pequeños y estaban cercados por plantas espinosas y cardos a modo de protección contra ataques de otros grupos. Vivían en casas semienterradas por la misma razón antes mencionada, pero también para protegerse de las inclemencias del tiempo y en cada una vivían varias familias que estaban emparentadas entre sí. Vivían cerca del río y tenían sistemas de riego ya que eran labradores y criaban ganado de donde obtenían alimento y ropa. Es difícil saber cómo estaba diseminada la población en este lugar, pero habiendo vestigios de su cultura en todas partes no es tan difícil imaginarlo. Sobre las partes más planas del terreno, como lo que hoy ocupa El Campo de Deportes o en la terminal, se han encontrado artefactos prehispánicos, así como también a todo lo largo del río. Parece claro que estaban organizados, vivían en sociedad y sabían proveerse de todo lo necesario para vivir en un entorno natural. En nombre de qué progreso los españoles se creyeron con derecho a ser dueños de estas tierras y de quienes las habitaban?  Evangelización y esclavitud son dos caras de una misma moneda que sólo tenía un fin: la ocupación total de este nuevo lugar del cual obtenían beneficios mediante la explotación de los lugareños que ya no trabajaban para ellos mismos. Así se conformaron las nuevas familias más pudientes en el nuevo continente que se adjudicaban, compraban y vendían tierras con mano de obra incluida. Es muy relevante el hecho de que durante casi 100 años este lugar seguía llamándose Isquitipi y no por respeto de la lengua originaria, ya casi al final eran muy pocos los aborígenes que habitaban esta zona. El español no tenía un sentido de pertenencia subjetivo sobre las nuevas tierras adquiridas, ni siquiera las habitaba; desde la ciudad, donde también tenían terrenos, las administraban para obtener los mayores beneficios.

Las palabras Isquitipi y Ministalaló aparecen por primera vez en 1583 en la merced de tierras que se le da a Juan de Soria, primer español dueño de estas tierras y que llegó con Jerónimo Luis de Cabrera, esto significaba ser “hidalgo”, de la clase alta y noble de esa sociedad. A partir de ese momento cambia la forma de vida de los pueblos antiguos y también el paisaje y los límites que hasta ese momento existían. De esta manera comienza a dibujarse de a poco el Río Ceballos que conocemos, un pequeño pueblo que hoy es ciudad, asentado sobre tierras que a cada rato nos demuestran que fueron habitadas por otra cultura, anterior a la nuestra, diferente pero que forma parte de nuestras raíces y que merece (nos merecemos) comprenderla como parte de nuestra historia. Para conocer a  nuestros pueblos originarios no hace falta ir muy lejos, no hace falta ir al museo o buscar en libros o en internet; hace falta atención y observación, pero, ante todo, respeto. Porque la historia de Río Ceballos se escribió con papel y tinta, con piedra y lana, se escribió en comechingón y en español… se escribió con cruz, espada, sangre y lágrimas.

Este texto se hizo desde el original de De Pueblo a Ciudad

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Fotografía del libro «El Río de los Ceballos» de Carlos Page.

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