12 de Octubre

Hasta hace no mucho tiempo el 12 de Octubre era una fecha de festejo en donde se conmemoraba “una nueva identidad cultural, producto del encuentro y fusión entre los pueblos indígenas de América y los colonizadores españoles, además de la valorización del patrimonio cultural hispanoamericano” (Wikipedia).  Muy certeramente lo que antes era llamado “Día de la Raza” pasó a ser, en Argentina, el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural” y ya no es un día de festejo sino de reflexión y conmemoración de la “otra” historia… Si la historia la escriben los que ganan…

Es innegable que nuestra cultura está construida sobre una diversidad histórica de la que sería imposible descartar la llegada de los españoles por primera vez a estas tierras como no podemos descartar, de ninguna manera, los componentes afro, árabes o europeos que se dieron a partir de esta fecha que van desde los esclavos negros que trajeron como mano de obra hasta la oleada de inmigrantes que se dio desde el 1800 hasta después de la segunda guerra mundial; componentes culturales que nos conforman. Lo que sí podemos hacer es mantener la memoria y diferenciar las instancias en que estas culturas se fusionaron con la nuestra porque no es lo mismo haber sido negro esclavo, separado de su familia y esclavizado con la de un inmigrante que, huyendo de la guerra, encontró posibilidades de desarrollo en otro continente, por poner algunos ejemplos.

Esta “nueva identidad cultural” fue una fusión por la fuerza en la que una sola de las partes obtenía ganancia en detrimento de la otra mitad que no sólo descendía en número sino también en manifestaciones culturales. Un ejemplo de esto está en nuestra propia ciudad, en donde las discusiones académicas tratan sobre si acá habitaban sanavirones o comechingones, lo que se conoce de estas tribus es producto de años de investigación sobre objetos arqueológicos y en la escuela se sigue enseñando lo poco que pudieron dejarnos las crónicas españolas. De su lengua quedaron un puñado de palabras y de Isquitipi no sabemos su significado; “Cuando muere una lengua entonces se cierra a todos los pueblos del mundo una ventana, una puerta, un asomarse de modo distinto a cuanto es ser y vida en la tierra” (Miguel León Portilla). Hasta 2007 en que los habitantes del Pueblo de La Toma levantaron la voz para decir “somos Comechingones” se creía que era un pueblo totalmente exterminado.

Hablar hoy de esto, comprenderlo e interesarnos es algo que nos debemos porque para crecer como sociedad es necesario conocernos en todos los aspectos históricos y culturales que conforman nuestra identidad y que nos atraviesan en todo el transcurso de nuestra historia hasta el día de hoy. Hubo un tiempo en que la idea de haber sido colonizados por civilizaciones “más avanzadas” era muy bien aceptado, hoy sabemos que lo que realmente sucedió fue una invasión lograda con esclavitud, robo y muerte de los habitantes originarios de estas tierras en la que se buscó prevalecer culturalmente y en la que la mixtura fue producto de la fortaleza de los oprimidos y no de la buena intención de los opresores. Opresión que hasta el día de hoy continúa en cada lucha de los pueblos originarios que aún viven en nuestro país.

La “valorización del patrimonio cultural hispanoamericano” no puede hacerse si solo nos reconocemos a través de la conquista, si las instancias históricas que nos definen son parciales y en las que se desconoce, sobre todo, las lágrimas y la sangre derramadas en pos de un “progreso” que no se basó en el respeto y que significó un proceso en el que algunos valores culturales que nos conforman comienzan a asomar recién ahora en tanto que otros se han perdido para siempre.

Para reconocernos desde el respeto debemos comenzar desde lo más pequeño, nuestra ciudad forma parte de la historia del país, no hay que ir muy lejos para encontrar vestigios de nuestros pueblos originarios,  primeros dueños de estas tierras, Isquitipi, quienes son el ejemplo más cercano de cómo la llegada del español fue un quiebre histórico que merece ser recordado; ¿cuánto y qué sabemos de ellos? ¿en dónde reconocemos la influencia de su cultura como aporte para nuestra identidad?

Inmigración

Dijo Octavio Paz: “Los mexicanos descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas, y los argentinos, de los barcos”.
Desde la llegada del español por primera vez a estas tierras cambiaron muchas cosas y comenzaron nuevas relaciones a las que les pusimos nombres: noble, español, criollo, pardo, mestizo, indio, negro, esclavo, libre; hemos construido nuestra historia a través de una diversidad de culturas que aportaron un eslabón de la cadena que conforma nuestra cultura.
La composición de “nuestra sangre” ha fluctuado, a través del tiempo, en reivindicar ciertos atributos según la necesidad de identidad que nos conviniera. Río Ceballos, aunque se constituyó desde el principio como un pequeño pueblo no escapó nunca (y hasta el día de hoy) a estas parcialidades históricas que creemos convenientes para nuestro tiempo.
La realidad es que estamos conformados por muchos y diversos ingredientes culturales que definen nuestra identidad y uno de ellos es la inmigración que se dio en varias etapas.
Hacia finales del 1800 se dio la primera; la segunda y la tercera fueron luego de la 1º y 2º Guerra Mundial, respectivamente, en donde las bajas condiciones de vida y supervivencia en el viejo continente dieron lugar a grandes oleadas de emigración hacia América que brindaba grandes posibilidades.
De esta manera, Argentina, que ya tenía una gran cuota de “Españolismo”, sumaba nuevos pobladores de sangre europea, mayoritariamente italiana, pero también inglesa y alemana que encontraría en este lugar un espacio en donde vivir, trabajar y dejar descendencia.
Dejando de lado un análisis mucho más profundo y extenso de las ideas y consecuencias que esto tuvo en épocas más cercanas, es innegable que nuestra historia fue forjada por la gran cantidad de inmigrantes que llegaron a nuestro país y que hicieron de este lugar su patria.
Ya en el año 1895, en el Censo Nacional, podemos ver la llegada de extranjeros a Río Ceballos, la mayoría comerciantes, rubro que era una novedad en esta zona rural de labradores, agricultores y estancieros que iba perfilándose a lo que luego sería una zona turística por excelencia de las sierras de Córdoba.
Hoy, aún, viven en nuestra ciudad algunos de estos inmigrantes, hijos de ellos o nietos. Testigos de esta parte de la historia y parte fundamental de nuestra identidad como ciudad.