Inmigración

Dijo Octavio Paz: “Los mexicanos descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas, y los argentinos, de los barcos”.
Desde la llegada del español por primera vez a estas tierras cambiaron muchas cosas y comenzaron nuevas relaciones a las que les pusimos nombres: noble, español, criollo, pardo, mestizo, indio, negro, esclavo, libre; hemos construido nuestra historia a través de una diversidad de culturas que aportaron un eslabón de la cadena que conforma nuestra cultura.
La composición de “nuestra sangre” ha fluctuado, a través del tiempo, en reivindicar ciertos atributos según la necesidad de identidad que nos conviniera. Río Ceballos, aunque se constituyó desde el principio como un pequeño pueblo no escapó nunca (y hasta el día de hoy) a estas parcialidades históricas que creemos convenientes para nuestro tiempo.
La realidad es que estamos conformados por muchos y diversos ingredientes culturales que definen nuestra identidad y uno de ellos es la inmigración que se dio en varias etapas.
Hacia finales del 1800 se dio la primera; la segunda y la tercera fueron luego de la 1º y 2º Guerra Mundial, respectivamente, en donde las bajas condiciones de vida y supervivencia en el viejo continente dieron lugar a grandes oleadas de emigración hacia América que brindaba grandes posibilidades.
De esta manera, Argentina, que ya tenía una gran cuota de “Españolismo”, sumaba nuevos pobladores de sangre europea, mayoritariamente italiana, pero también inglesa y alemana que encontraría en este lugar un espacio en donde vivir, trabajar y dejar descendencia.
Dejando de lado un análisis mucho más profundo y extenso de las ideas y consecuencias que esto tuvo en épocas más cercanas, es innegable que nuestra historia fue forjada por la gran cantidad de inmigrantes que llegaron a nuestro país y que hicieron de este lugar su patria.
Ya en el año 1895, en el Censo Nacional, podemos ver la llegada de extranjeros a Río Ceballos, la mayoría comerciantes, rubro que era una novedad en esta zona rural de labradores, agricultores y estancieros que iba perfilándose a lo que luego sería una zona turística por excelencia de las sierras de Córdoba.
Hoy, aún, viven en nuestra ciudad algunos de estos inmigrantes, hijos de ellos o nietos. Testigos de esta parte de la historia y parte fundamental de nuestra identidad como ciudad.

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