Cuando hicimos el relevamiento sobre objetos arqueológicos y posibles asentamientos de pueblos originarios en Río Ceballos nos encontramos con que la mayoría de los objetos se trataba de morteros o conanas. Esto no es raro, por su tamaño y material, tuvieron más posibilidades de perdurar en el tiempo y ser encontrados.
La mayoría de estos morteros se encuentran al costado de los cursos de agua, los hay pequeños y móviles y grandes y pesados, algunos eran de uso comunitario con varias bocas y no todos se utilizaban con fines alimenticios sino también medicinales o tecnológicos (como obtener fibras o tintes)y también con fines espirituales.
Estos útiles de molienda constan de dos partes complementarias: el mortero o la conana y la mano. Las manos son de forma cilíndrica y alargada o chatas y aplanadas y se utilizan de forma diferente. En el mortero se machaca, tritura o descascara, en la conana se pulveriza la materia por medio de la fricción.
El acto de molienda puede contarnos mucho acerca de los grupos e individuos que participaban en ellos porque, además, intervienen otra serie de actividades relacionadas entre sí antes y después de la molienda en sí misma. Entre ellas, la alimentación, tema que elegimos para analizar hoy.
La cocina y la alimentación de los individuos y los grupos son parte de un proceso muy largo en que los medios y las formas tuvieron variaciones lentas pero sustanciales que llegan hasta el día de hoy.
Nos remontaremos a 10.000 años antes de nuestro presente en una época de transición en donde se pasaba de un clima extremadamente frío y seco a uno más húmedo y templado.
La dieta del hombre de esa época se basaba casi exclusivamente en la carne, sin demasiada elaboración y con pocas posibilidades de almacenamiento. Incluso, la actividad que ocupaba la mayor parte de su vida era procurarse ese alimento moviéndose constantemente, sin un lugar de vivienda fijo.
Los animales de esa época, la megafauna, era de gran tamaño y algunos con corazas muy duras: Gliptodontes, Milodontes, Equus, Paleolama y Tigres Diente de Sable debían ser cazados de forma directa con grandes y toscas puntas de proyectil; si bien eran lentos y pesados, también eran muy peligrosos, por lo que cazarlos requería de mucha astucia y tiempo.
Durante cientos de años, alimentarse era una tarea extenuante dedicada únicamente para la supervivencia. Pero alimentarse de esta forma también trajo un mejor desarrollo mental y físico del ser humano. Terminado el período de glaciación la megafauna fue extinguiéndose de forma gradual. Los animales a cazar eran de menor tamaño y más ágiles por lo que las antiguas estrategias no eran suficientes, aparecen las armas arrojadizas junto con la práctica de la recolección de semillas y frutos. El hombre comienza a adaptarse a ciertos espacios, ya no necesita moverse tanto, el almacenamiento y la elaboración de ciertas comidas brinda una comodidad que permite otras actividades sociales más complejas. La caza del ñandú, pecarí, guanaco, cuis o corzuela se mezcla con la recolección de frutos y semillas del Chañar, Algarrobo o Mistol y de huevos. El mortero permite moler estos alimentos, la conana hace harinas finas, se mezclan ingredientes en utensilios de barro realizados para este fin, el fuego hace el resto.
Es imposible definir en qué momento la comida pasó de ser un medio de supervivencia a ser una práctica social y cultural, en qué momento no sólo el ingerir el alimento sino también su elaboración cambió la manera de relacionarnos y dio identidad a los grupos sociales.
Los pueblos aprendieron a domesticar animales, a sembrar, a almacenar e intercambiar el alimento, pero también a mezclar, dar sabor, dar tiempos de cocción que convierten la materia prima en manjares.
Desde que el hombre devoraba, sin pensar, un pedazo de carne al momento en que un grupo se sentaba a degustar un plato elaborado pasaron miles de años.
Intentemos imaginar en qué momento alguien mezcló ingredientes para lograr un mejor sabor, alguien entrando a su casa y pensando que el aroma era exquisito, un grupo de personas agradeciendo algo tan sabroso, relajándose en el disfrute y no en el sobrevivir.
El acto de comer ya no es solo una cuestión física, el compartir el alimento es una práctica social importante no solo en un núcleo familiar sino también de las relaciones sociales.
Fuentes:
«Condiciones de posibilidad de la reproducción social en las sociedades prehispánicas y coloniales tempranas en las Sierras Pampeanas (República Argentina)». Compilado por Julián Salazar.
Artículos: «La cocina como medio para la reproducción social de los grupos Prehispánicos de las Sierras de Córdoba». María Laura López.
«Acerca de la constitución de agentes sociales, objetos y paisajes. Una mirada desde las infraestructuras de molienda (Sierras de Córdoba, Argentina)». Sebastián Pastor.
«Sociedades indígenas de las Sierras Centrales. Arqueología de Córdoba y San Luis». Andrés Laguens y Mirta Bonnin.
Buen día. Me interesó «Pequeñas historias de algunos objetos» para enriquecer una charla sobre el arte culinario. Me gustaría conocer los créditos: Nombre del autor y en qué forma fue publicado, así como la fecha. Gracias por vuestra atención.
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Hola, Víctor. Los artículos publicados en este blog son de nuestra autoría (Tica hen) y se publican en esta página. Este es del 19 de abril de 2019. Las fotografías son parte de la muestra «Rastros y Rostros. Indagaciones sobre pueblos originarios» que presentamos en noviembre del año 2016 en la ciudad de Río Ceballos, producto de un año de investigación sobre pueblos originarios de nuestra ciudad.
Gracias por el interés y nos alegra que sirva y se utilice.
Saludos.
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